Bella Del Mar Morgado Rodríguez

Lepe 10 de Octubre de 1980 – 24 de Febrero de 2019

La niña que mejor conoció a La Bella

La conocía de vista. Siempre al lado de su madre, con el bastón en la mano, la sonrisa profunda tallada en su cara y una voz dulce, melódica. Saludaba con el corazón y escuchaba atenta.

La veía en la iglesia, pero nunca intimé con ella. Pero un buen día se obró el milagro. Era mayo, mayo de 2006. Acababa una eucaristía alrededor de la Virgen, una misa romera, no puedo poner en mi memoria ni el día ni la hora.  Don Feliciano nos pidió a todos que nos sentáramos. Bella del Mar se subió al altar mayor, firme. Tenía unos folios en braille en la mano y otros con la escritura lineal que todos usamos. Estaba tan emocionada que no podía hablar. La niña, le dio al párroco los folios y éste fue desgranando los versos, sus versos, que hablaban en sintonía con otra dimensión, el trasmundo de los tocados por la gracia.

Sus versos me calaron, me calaron hasta el tuétano. Llegaron al vértice último donde el corazón deja de serlo para tallar el alma. ¡Bella del Mar! Nunca  hubo una mejor definición para nuestra patrona. Mujer, Virgen sublime salida del hondón del océano para ser faro de los leperos.

Recuerdo que me levanté, impulsada por una fuerza interior y me acerqué a ella. La besé y le dije que todos esos poemas y todos sus escritos debía guardarlos para sacarlos en un libro. Quedé que nos veríamos en verano pero aquel encuentro nunca se produjo. Sentí profundamente su partida. Bella del Mar era un ángel. Tenía una luz especial que le brotaba del alma. Ya nació con esa gracia innata, fue una elegida.

Bella del Mar, llegó a una tierra mariana, bañada por las aguas del océano, en la víspera de la Virgen del Pilar de 1980. Era la pequeña de dos hermanos anteriores: Rosa y Gaspar.  Su padre le puso por nombre, el mismo que susurraba en el Sagrario cuando se acercaba a ver a su patrona. Llenó de felicidad a su familia. Su madre, con el instinto natural que dan las entrañas, detectó que su hija, tenía algo distinto.

Aunque fue llevada a multitud de especialistas, todos pensaron que era una cuestión de infección de oídos. Pasando la bebé por múltiples tratamientos. Tratamientos duros, dolorosos que le afectaron ya para toda su vida.  Con el tiempo descubrieron que los problemas realmente estaban en la vista: glaucoma congénito. Comenzó aquí el vértigo de un sinfín de operaciones, con sus respectivos procesos de curación. La niña, porque así pasaron a llamarla todos los que la querían, fue creciendo apoyada, más que nunca en las manos de su madre Rosario y en la fuerza de su corazón.

A los cinco años, despertó, cuando fue vaciado su ojo izquierdo a causa de un tumor, su sentido del ritmo y comenzó a estudiar piano. La música y el juego fueron sus dos grandes pinzas de aprendizaje. Aunque realmente a Bellita conforme más se le cerraban los ojos del cuerpo, más se le abrían los ojos del alma.

Esta chiquilla, comenzó a descubrir en su alma, la grandeza de la Madre de Dios. Agarrada a la carreta de su Bella caminaba desde niña hasta la ermita. Acudía los domingos a misa y a todas las actividades que se desarrollaban en la parroquia. Más una pregunta siempre estaba en el aire:

-Mamá, ¿Cómo es la Virgen?
-Su madre le contestaba: Tiene toda la cara del Cielo.

La chiquilla intentaba acercarse a esa definición, pero no alcanzaba a verla en sus dimensiones. Y su fe crecía y crecía. Jamás un mal gesto. Jamás una queja, jamás una pregunta insidiosa a causa de su enfermedad. Al revés, siempre tenía en su pensamiento las experiencias bonitas que la vida le presentaba. Esto hizo que al párroco, don Feliciano Fernández Sousa, se le iluminara la mente y uno de los días que habían bajado a la Virgen Bella a los pies del Sagrario, ya de noche, con la iglesia en silencia, la llamó para que la niña pudiera tocar a su Madre. Con un mimo exquisito fue pasando las yemas de sus dedos por el rostro de la imagen.  Sobrecogida, sin pronunciar palabra alguna, conforme pasaba los dedos se dibujaba en su cara una sonrisa profunda y etérea.

Quedó prendada de lo que sus manos estaban descubriendo. Hubo un antes y u después de ese día. La niña se hizo la hija predilecta de María y dedicó su vida a la Madre. Allí por donde fue, enaltecía a la Santísima Virgen. La acompañaba a todos lados y le dio fuerzas para vivir todas las vicisitudes que le presentó la vida.

¡Qué valiente fue siempre!, por sus estudios dejó a su familia y vivió largas temporadas en Huelva, en Sevilla, en Irlanda. Por sus ingresos hospitalarios conoció Madrid, Barcelona, Sevilla, Huelva, en todos los centros dejó su impronta y amigos de verdad. Tenían debilidad con ella todos los equipos hospitalarios, desde los médicos a los celadores, pasando por las enfermeras y el personal de limpieza. Cuando acabó su etapa de formación, el Cielo le regaló dos manantiales de alegría de vivir: su amada sobrina Raquel y su casa del Rocío.

Bella amó hasta el extremo a la Virgen del Rocío, hasta tal punto, que cuando ya sintió que le faltaban las fuerzas, se encaminó a la reja de la ermita almonteña y agarrándose a ella, sin dejar de posar su mirada en la imagen de la Virgen, le pidió en voz alta, que se la llevara a las marismas azules.

Su vida bien merece que nos paremos a contemplarla. A todas las personas que trató le dejó su impronta de belleza espiritual, de calidez humana, de alegría de vivir.

Bella del Mar, demostró que nunca hay que volver la vista atrás sino caminar con los ojos puestos en la Santísima Virgen. Regaló amor, sabiduría, saber estar. Y nos donó parte de su alma en los textos que dejó escritos. Textos dedicados, como no a sus dos madres: Bella y Rosario. La celestial y la terrenal.

Reproducimos ahora sus palabras. Pero déjenme decirles, que para mí ha siso una de las personas que mejor h conocido a la Virgen Bella de sus amores, porque ha tenido el privilegio de tallarla con sus manos. Gracias Bella del Mar por ser un ángel luz en medio de estas tierras llenas de sombras, gracias por ser la guía espiritual de todos los que en algún momento te conocimos, gracias por poner tu verdad de alma, como linterna en el cerro de la ermita del Terrón para ser guía de todos los leperos.

Carta a mi madre

Mamá, tengo que darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí, por tu hija pequeña. Aparte de darte las gracias a ti, tengo que dar gracias al Señor por la madre más maravillosa del mundo. Y no sólo te tengo que dar las gracias yo sola, ya que te la habrán dado mis hermanos Rosa y Gaspar. Nunca te he escrito una carta diciéndote cosas bonitas en el Día de la Madre, pero hoy sí te lo digo con estas palabras:

Mamá, muchas veces he querido darte un beso, pero no me he atrevido, ni siquiera decirte “te quiero mamá”, pero mamá que sepas, que yo te quiero mucho, mamá eres un ángel, te quiero un montón, eres la estrella que ha guiado mis pasos y siempre lo serás. Mamá, yo siempre pienso en tantas cosas que has hecho por mí y lo que has luchado desde que yo nací ¡es para hacerte un homenaje! Mamá, tú has dicho muchas veces que no te mereces ningún homenaje ni ponerte ninguna medallita, pero tú, mamá, te mereces eso y mucho más. ¡Felicidades mamá! por haber formado la familia tan bonita que habéis formado entre tú y papá, gracias papá, gracias Señor por darme los padres más maravillosos del mundo.

Bella del Mar Morgado R. 7 de Mayo de 2006

Poema a la Virgen. Compuesto por Bella del Mar Morgado Rodríguez

Fuiste traída del mar
por manos de marineros
y te pusieron La Bella
porque bella a ti te vieron.


En una caja tú llegaste
para ser guía de este pueblo,
el mar te trajo hasta Lepe,
orgullo de los leperos.


Aunque yo no pueda verte,
en el corazón te siento.
Por la boca de mi madre
tienes la cara del cielo.


Cuando te siento pasar
te rezo el Ave María,
para que me ayudes ¡Madre!
en la sombra de mi vida.

Como el niño entre tus brazos
tú eres su madre y su guía;
yo del brazo de mi madre
que ella es la luz que me guía.


Llevo orgullosa tu nombre
Bella del Mar me pusieron;
el nombre lo escogió mi padre,
lo guiaste desde el cielo.


A Don Feliciano debo
su cariño y su amistad,
cuando recibo su abrazo,
siento algo especial.


Él me ayuda a ver las cosas
con claridad y ternura
me deja tocar a la Virgen
y rezarle con dulzura.

Cuando le toco la cara
con mis manos a la Virgen
parece que me habla y me dice:
Bella nunca estés triste
porque me tienes contigo
cada momento del día,
yo soy tu madre
y estrella del cielo.


Gracias te doy madrecita,
por mi familia te pido,
que les des fuerza en la vida,
a mis padres con cariño,
a mis hermanos y sobrina,
de su apoyo necesito,
y el sentir de su alegría.

Esta poesía fue leída por el párroco Don Feliciano, junto a Bellita que se encontraba muy nerviosa para leerlo en braille, durante la Santa misa celebrada en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, a la llegada del Estandarte de la Santísima Virgen, el sábado 13 de mayo de 2006 (Sábado de Romería). Posteriormente fue publicada en la revista de la Hermandad de Nuestra Señora de La Bella en 2007.

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Isabel M. González Muñoz

Mujeres Leperas

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