Preguntas

Hay un dicho popular muy recurrente, como todos, que reza: “No preguntes por saber, que el tiempo de lo dirá, pues no hay cosa más bonita que saber sin preguntar”.


Ignoro a qué lumbrera se le ocurrió semejante razonamiento que es, en sí mismo, una contradicción. Puesto que si no se interroga, ni se sabe ni se aprende. Aunque es cierto que el curso de la vida suele aclararnos y enseñarnos cosas que no hemos preguntado. Lo que no quita que a veces nos pese de no haberlo hecho.


La arqueología nos descifra, con más o menos acierto, cómo vivíamos en tiempos pretéritos. Otras ramas de la ciencia tratan de respondernos cómo será nuestro futuro. Eso contando con que los depravados que manejan los hilos de nuestras vidas no los corten en el presente.


En fin, dejemos las conjeturas pesimistas y reconozcamos que a un elevado porcentaje de seres humanos le es más fácil y cómodo creer, que pensar y preguntar, de ahí el éxito de algunas sectas o religiones que regalan folletines con preguntas capciosas dando la respuesta a renglón seguido, para no dejar trabajar a nuestra mente.


Es la pura manipulación de los cuestionarios programados, que hacen caer a mucha gente en organizaciones expertas en lavar cerebros y dejar las mentes irreconocibles. Otros en cambio, y gracias a Dios que dijo el ateo, necesitamos pensar, sopesar, buscarle tres pies al gato, e investigar mucho sobre según qué temas para darles un mínimo de credibilidad.


La interrogación es parte esencial de nuestro vocabulario. Surge a diario en diversas ocasiones, e incluso se prodiga bastante en letrillas de fandangos. Como este, que me gusta bastante no por la pregunta en sí, sino por la respuesta con retranca: “Pregunté a una jardinera / si tenía flores del tiempo, / y me contestó al momento / tengo nardos y azucenas / y muy buenos pensamientos”.


Instalado ya en edad provecta, aún me siguen invadiendo más dudas que al apóstol. Y cada vez creo menos a mi pesar, porque me gustaría formar parte del equipo de bienaventurados que sin ver han creído, pero me cuesta. En fin, que sigo planteándome variopintos interrogantes y no solo en materia de creencias.


Me pregunto, verbigracia, qué oscuros intereses moverán a ciertos personajes para buscar cosas bajo las piedras, cuando entre las mismas suelen anidar serpientes, escorpiones, y otras alimañas. Quizá estarán a gusto arrastrándose junto a esa venenosa fauna. Cada uno es muy libre, pero a mí me viene a la mente aquello de: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

Descubre otros artículos de ‘El Andamio de Papel’ aquí.

José Dacosta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *