Ha traído cola la pasada Nochevieja a cuenta de la estampa del Sagrado Corazón de Jesús. Con la que tuvieron la sacrílega idea, en TVE, de ponerle una cabeza de vaca.
Ignoro si tal despropósito fue cosa de los zafios presentadores o del guionista de ese programa. Que dicho sea de paso, tuve la suerte de no verlo, porque últimamente me informo con alguna que otra televisión menos manipulada.
Lo penoso del caso ha sido que fue, un espectáculo emitido para toda España, en una cadena pagada con impuestos de los ciudadanos. Le estropeó la noche y la digestión de la copiosa cena a miles de españoles que se sintieron ofendidos, con razón, por aquella ocurrencia, que maldita la gracia.
En las redes sociales hubo opiniones a favor y en contra de los conductores de aquel bodrio. Que, por cierto, fueron amparados, entre otros, por un ministro que defendió reformar el delito de ofensas religiosas apelando a que no puede haber falta en hacer humor.
Parece ser que se abrirá aún más la mano para que sigan denigrando a los cristianos o a gente de otras tendencias e instituciones. Es decir, que si hasta aquí, terroristas y separatistas han tenido patente de corso para insultarlo todo sin que les tosan. Ahora también podrán hacerlo los ciudadanos de bien, aunque dudo que lo hagan porque suelen tener bastante más ética.
A este que suscribe no le afectan demasiado estas cosas pero sí da por sentado que para convivir en paz hay que mostrar un mínimo de respeto y empatía con los que no piensan como nosotros. Esto es algo básico en una sociedad civilizada, la nuestra lo es cada vez menos y a la vista está.
En gran parte, esas ofensas suelen venir de individuos que gozan como cerdos en charcas difamando nuestras costumbres y tradiciones. Y si no hubiera bastante con esos que aborrecen su patria. Por nuestras fronteras abiertas llegan a diario, junto a los que traen hambre de pan, otros con ganas de matar “infieles” o de imponernos sus bárbaras prácticas.
Parodiando la frase que don José Zorrilla pone en boca de Don Juan Tenorio, podemos decir de los que aplauden el numerito de la cabeza del bóvido y otros parecidos o peores, que “ni reconocen sagrado ni hay ocasión ni lugar por su odio respetado”.
La obsesión de estos es esparcir mierda sobre todo lo que detestan pero tratando de salvar el culo. Porque cuando promueven esos sainetes siempre atacan a los que suelen poner la otra mejilla -hasta que se hartan-, y nunca a los que ponen explosivos o asestan puñaladas.
No tienen “los dos” que tuvo Ignacio Echevarría para enfrentarse a los terroristas. Aquel cristo del skate que dio la vida por sus semejantes en un llano calvario londinense. Todo un ejemplo de los valores de un joven católico para degenerados rencorosos que se burlan del mandamiento del amor al prójimo. Ni lo aman, ni lo respetan, será que tienen corazón de vaca, con perdón de esos nobles animales.
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José Dacosta



