Este año ha venido de vendaval, sin duda para celebrar tu centenario. Me dicen los viejos del lugar que para vendavales los de antes, cuando no había ni herramientas para trabajar en el campo ni en la mar ni casi nada en casa para comer. Me dicen que ahora, por ejemplo, no hay un vendaval para mover un barco de hoy, no como cuando entonces que había que varar las lanchas en las arenas de las Antillas, porque eran más o menos como un cascarón, durante tres meses y luego empujarlas sobre rodillos por el caño del Pilar hasta el Terrón para hacerlas a la mar cuando el tiempo amainaba con la llegada de la primavera.
Este año también ha llegado un vendaval a la Casa Blanca, votado por los ciudadanos de aquel país, para desgracia de aquel país y del resto del mundo. En la política hay cosas que son muy perniciosas, pero casi nada lo es tanto como un empresario en buena compaña con otros del gremio manejando el dinero público. Con estos mimbres no es raro que el 42% de los jóvenes españoles de entre 18 y 29 añitos prefiera un sistema político autoritario a nuestra democracia, según las últimas estadísticas.
Un vendaval, ahora que llegan las calores propias de mayo, tendrán también sus eminencias cardenales en la tarea de elegir a un nuevo papa. Van a necesitar mucho del concurso del Espíritu Santo para que el sucesor de Francisco esté a su altura y a la altura de las personas de bien de este mundo que, aunque parezca que no, son la inmensa mayoría, ergo oran et laboran.
En todo caso, la primavera llega de manera inexorable. La primavera nos trae los nuevos olores y sabores que alumbrarán la nueva cosecha. Solo si sabemos administrarlos sin demasiado ego podremos pasar los vendavales del invierno a salvo de escaseces y otras miserias.