¡Qué guapa vienes hoy!, ¡Estás más delgado!, ¡Qué bien te queda ese vestido!, Estás más gordita… ¿Estás embarazada?, ¡Qué mala cara tienes! Irremediablemente solemos opinar, sin mala intención, del aspecto físico de los demás. Es algo que damos al otro de manera gratuita (por su bien) y en ocasiones la otra persona ha podido molestarse sin que lleguemos a enterarnos. A todos y a todas, alguna vez nos han hecho algún comentario “inocente” sobre nuestro aspecto, que nos ha tocado las “narices”. Y desde aquí voy a partir, para promover la reflexión sobre este tema, que no es un capricho tiquismiquis al que atacar con “ya no se puede decir nada”, sino un tema de salud mental y desarrollo personal.
Conozcamos por tanto un poco más, sobre la importancia de la imagen corporal y su papel en la construcción de la identidad personal y cómo solemos relacionarnos con este asunto, desde nuestras competencias sociales.
A todos y todas nos gusta gustar. La búsqueda de reconocimiento es una necesidad del ser humano; ser visto, reconocido y aceptado. Esta necesidad se equilibra conforme vamos adquiriendo autonomía emocional a lo largo de nuestra vida. Para ello, en un principio nos nutrimos de nuestro entorno y más delante, de nosotros mismos y de nuestra experiencia. En este sentido, es de vital importancia que las personas que nos rodean nos hayan tratado muy bien y es aquí donde todos y todas tenemos responsabilidad. Formamos parte del entorno de otros y otras y debemos ocuparnos de dar mensajes y opiniones de calidad, usando el mejor abono para que otras personas crezcan, usando palabras que acaricien.
Llegados a este punto, me gustaría hacerle dos preguntas a la persona que lee estas líneas: ¿Qué cosas te gustaría que valoraran los demás de ti? ¿Qué valoras en ti?
Cuándo los niños y niñas empiezan a descubrir y comprender el mundo, describen lo que les rodea y opinan sobre ello, sin pensar en las consecuencias. Son niños, y ese proceso forma parte de la asimilación de información y percepción del mundo. Por ejemplo, pueden decir en un tono de voz normal: “Ese hombre tiene una barriga muy gorda”. Ante este comentario, lo más probable es que sus padres le riñan y le expliquen que no se puede opinar sobre el físico de los demás, o simplemente se rían a escondidas. Sin embargo, aunque desaprobemos o nos sorprenda esa conducta en los más pequeños, los adultos solemos opinar sobre el aspecto de las personas, a modo de críticas, bromas, halagos, etc. En psicología y parentalidad positiva se sabe que los niños y las niñas no hacen lo que se les dice, sino lo que hacen sus progenitores. De este modo, los niños y niñas que escuchen a sus padres opinar sobre el físico de alguien (desconocido o no), opinarán sobre el aspecto de cualquier compañero o compañera con gran facilidad. Y todos y todas sabemos la cantidad de conflictos de convivencia que dicha conducta genera.
La imagen corporal es algo muy íntimo y delicado y no está bien usarla como un ataque, porque por un lado podemos hacerle daño a alguien y por otro estamos creando una sociedad en la que se sobreentienden unos cánones de belleza que no son reales ni saludables y el cumplir con esos cánones, ocasiona cada vez más, trastornos del estado de ánimo y de la conducta alimentaria.
Esta importancia que le damos al físico puede provocar que tanto los niños y niñas, como nosotros, equivocadamente, pensemos que el valor de la persona viene dado en gran medida por el aspecto personal. En este sentido, en la pregunta del inicio, ¿Has pensado muchas características físicas o por el contrario te han venido a la mente, valores, cualidades y habilidades?
Podemos cuidar nuestro entorno social, empezando con valorar las cualidades, actitudes y valores en los demás, en vez de su color de pelo, peso, estatura y ropa que llevan. No digo que no se halague a las personas, sino que nuestros halagos pueden ser de mejor calidad, incorporando aspectos que apoyen a la persona y promuevan su desarrollo personal. Por ejemplo: me encanta tu creatividad, cada vez que estamos juntos me recargo de energía, eres súper divertido, etc.
Además de hacer halagos de calidad, podemos también controlar ese impulso de opinar inmediatamente sobre el aspecto de otras personas. Hace tiempo leí en las redes una fórmula que me encantó. Consiste en hacerse esta pregunta, antes de hacerle un comentario a alguien: ¿Puede cambiarlo en 5 minutos? Dilo. Si no, la persona no lo necesita. Por ejemplo; Puedo decirle a alguien que tiene una pestaña en la mejilla, porque puede retirarla en un segundo. Sin embargo, no sirve de nada que le diga: ¡Vaya grano te ha salido!, porque ya ella lo sabe y nosotros no tenemos 6 años, para ir señalando todo lo que nos sorprende.
En la construcción de la propia identidad nuestros hijos e hijas le dan bastante importancia al físico, debido x un lado, a los cambios que experimentan y debido también a que los padres y las madres opinamos continuamente sobre ello, enfocando o dirigiendo su atención hacia esos aspectos: ¡uy! Que piernas más largas tienes, ¡qué alto eres, ¡qué bajito, qué culito más respingón, vaya barriguita! Todo esto no es necesario para su desarrollo personal y solo es algo que llama nuestra atención y expresamos sin ni siquiera pensarlo. ¿Qué pasa por la mente de un niño y la niña en esos momentos?:
· Se puede opinar del físico
· Hay algo en mí que llama la atención de los demás.
· Puede ser que haya algo malo en mí.
· Mi físico es importante para los demás.
· Debo ser perfecto o perfecta
· No cumplo los cánones establecidos, etc.
Al igual que en muchísimos aspectos, nuestros hijos no necesitan nuestra opinión, ya que estamos condicionándolos en su percepción de su cuerpo y podemos dañar su autoestima. Opinemos sólo cuándo nos pregunten. No contaminemos el concepto que están construyendo. Para recordar esta premisa, cuándo queramos opinar sobre algo del aspecto de los hijos o menores que estén cerca, podemos repetirnos:
¡Silencio, se está construyendo una persona!, no contamine la escena y disfrute del proceso.
Así que, recapitulando, opinar sobre el físico de los demás promueve conflictos de convivencia, distorsiones en la construcción de la identidad personal y trastornos de salud mental. Es posible mejorar nuestras competencias sociales y opinar sobre las cualidades personales de las personas, lo cual genera un entorno respetuoso y seguro, en el que poder crecer y desarrollarse en plenitud.
El físico de cada persona es algo íntimo y no se debe tocar sin permiso, ni siquiera con las palabras.
Por Pepa Cordero Beas