Están ahí al lado, tan cerca y tan lejos. Vienen y van. Y a veces vuelven. Y muchos se quedan aquí, en las tierras de Huelva, junto a la mar de Huelva. Están aquí y apenas los vemos. Están aquí y no conocemos prácticamente nada de lo que guardan en sus corazones y en sus ojos oscuros. Trabajan en nuestras tierras y apenas los vemos. Aman los pinceles del arte y apenas conocemos su belleza. Aman el buril del arte y apenas conocemos los rostros de sus máscaras ni el perfil de sus figuras. Aman los acordes y los compases del arte y apenas conocemos los duendes de sus ritmos ni el canto de su música. Aman la sonrisa y acuden al trabajo, pero en sus ojos tristes se sienten extraños y apartados, lejanos e invisibles…Sí, están ahí, están aquí y apenas nos conocemos, apenas sospechamos que tienen almas y que la nostalgia y las distancias pesan más aquí, en este lado del Estrecho, en este trozo del sur de Europa, en este cielo con luz y mar de Huelva.
Un viaje de ida y vuelta: de África a Huelva, con duros caminos de agua, con duros caminos de tierra y arena. Un viaje con corazones abiertos y con lágrimas cerradas…Y aun así, conservan el don de la vida y el don de la belleza de un arte que apenas conocemos y, a veces, ni siquiera valoramos. Y sin embargo, están aquí, viven aquí, trabajan aquí, crean aquí y sueñan aquí, en esta tierra de Huelva. Están aquí, en nuestros pueblos, en nuestros campos, en nuestras calles y qué poco sabemos de ellos y qué poco apreciamos lo que tenemos. África, a un paso. Qué cerca y qué lejos. Qué hermosa, qué joven y qué vieja. África.
La exposición nos invita a acercarnos -sin prisas ni ligerezas- a un arte africano que está ahí y apenas acariciamos con nuestras miradas. Además, se muestran las excelentes fotografías de unos rostros silenciosos que nos miran desde un fondo negro y oscuro y, sobre todo, nos abre una hermosa ventana al arte de unas personas que crean y a unas culturas y a unas tierras que son ramas que esperan y que también florecen desde el otro lado.
Ay África. África, África, África, tan rica y tan pobre, tan hermosa y tan apartada. La olvidada África – esa que se vislumbra más allá del Estrecho de Gibraltar, esa que se divisa al sur de Europa, esa que late tan cerca y tan lejos- aún espera de la espiga la harina de trigo y del gran cielo el milagroso llanto de la lluvia…Pero, África, ¡ay África!, esa tierra vieja y sabia, aún guarda en sus ojos oscuros el pálpito del mundo, aún conserva vivos los colores del mundo, aún maneja la gubia y talla admirables figuras y máscaras de enorme belleza que han de asombrar por fin al mundo.
Francisco Ramírez López

