Antes de comenzar te dejamos la primera y segunda parte de esta historia. Léela pinchando en los enlaces.
Al leer aquel segundo y maldito acertijo comenzó a sentir náuseas. Caminó hacia el lugar más alejado de la cama y vomitó lo poco que tenía en el estómago. Rompió el nuevo acertijo y tiró el conjunto de pedazos de papel en el suelo. Sentía que la noche iba a ser muy larga y desesperante. No tenía sueño, era imposible tenerlo después de un día entero en los brazos de Morfeo.
-“Los caminos a veces se vuelven difíciles, tanto que el rendirse se vuelve una posibilidad, pero si haces más caso a la posibilidad de seguir, aceptando las barreras y pasándolas sin importar lo que cueste, el premio por esa lucha puede ser el más dulce de todos”- dijo en voz alta, recordando lo que acababa de leer.
Sara entró en una espiral de contradicciones donde una parte de ella quería seguir con ese juego donde por primera vez la hacían sentir importante, pero también deseaba sentirse tan importante como lo estaba sintiendo sin el temor de un fatídico y cruel final para su existencia.
Sabía que a Dan le importaba aunque a su manera, aunque la estuviese tratando como a un juguete al que tan sólo quería para hacerle daño y llenarla de confusión.
Volvió a repetir de nuevo el acertijo. Volvió a hacerlo una y otra vez, tantas veces como lo hizo con el primero, pero lo veía más complicado. Su cabeza no dejaba de darle vueltas mientras lo mezclaba con sus propios pensamientos. Sentía que no podía más y comenzó a gritar. Se acercó a la puerta y comenzó a golpearla con todas sus fuerzas mientras nombraba sin cesar a su captor. Quería verlo, lo necesitaba.

Necesitaba entender el juego al que la habían obligado a participar. Quería entenderlo a él, quería calmarse, necesitaba hacerlo. Estar encerrada en esa jaula de motivos infantiles y llena de incertidumbre la inquietaba cada vez más. El sentirse ignorada hizo que decidiese dejar de malgastar energía y dejó de gritar a pesar de la rabia que sentía. Se agachó hasta sentarse en el suelo y apoyó su espalda sobre la puerta. Después de algunas exhalaciones, rompió a llorar. Sabía que no tenía salida, sabía que debía jugar aunque no le gustase el juego y fue entonces cuando se repitió en voz baja el nuevo acertijo.
Seguía sin convencerla ninguna de las respuestas que se le venían a la mente, aunque quizá una de ellas era la correcta. Tenía dudas.
Desolada y con los ojos inyectados en lágrimas pausadas, se levantó y caminó hacia la ventana. Era el único lugar donde podía percibir algo de libertad, aunque no fuese real para ella. Se imaginó por un momento atravesando aquellos árboles, huyendo de todo el peligro al que estaba expuesta allí encerrada, a merced de Dan y sus perturbadores enigmas. ¿Y si la estaban buscando?¿y si su madre realmente sí la quería y está llorando su desaparición? ¿y si la echan de menos en el gimnasio, el supermercado de su barrio o algún vecino cotilla que estuviese al tanto del bienestar de sus vecinos sin que nadie lo supiese?
Siempre se sintió invisible y quizá eso le generaba paz a pesar del temor de no serlo para los acosadores. Quizá por eso era tan despistada en los lugares en los que se sentía segura. Quizá por eso nunca vio a Dan hasta que se lo encontró cuando iba de camino a casa. Ir sola, de noche, con las calles vacías, activaba su alerta de supervivencia y por ese motivo se fijó por primera vez en él.
Se alejó de la ventana y comenzó a desbaratar la habitación. Necesitaba encontrar la forma de escapar, necesitaba encontrar una llave, una piedra o algo metálico para poder huir de allí, pero nada. A pesar de todo el esfuerzo que había realizado y quedarse casi sin aliento por ello, no encontró nada de lo que buscaba. La habitación estaba hecha un desastre pero no le importaba. En ese momento escuchó los pasos de Dan acercándose, seguidamente oyó el sonido que hacía la introducción de la llave en la cerradura. Entró, Dan entró y estaba en cólera.
-¿Pero qué te pasa?¿acaso te has vuelto loca?
-Sí, me he vuelto loca. No entiendo el por qué de todo esto. No entiendo por qué me has elegido a mí para tu absurdo juego psicópata.
Dan se fue acercando a ella, con las palmas de las manos abiertas y alzadas a la altura de los hombros. Ella permaneció inmóvil, pegada a la ventana.
-¿Qué vas a hacerme, Dan?
-Tan sólo voy a decirte lo que quieres oír- se acercó a ella y le acarició los brazos-. Odio a los de tu género. Esta habitación me pertenecía, ¿sabes? Mi madre quería haber tenido una niña y debido a su obsesión por el género femenino, me quiso convertir en una de ellas. Me obligaba a vestir con ropa de niña, me peinaba como si lo fuera, me compraba muñecas y juguetes que solían gustarle sólo a las niñas. Yo no lo era ni biológica ni mentalmente y cuando se lo decía, me pegaba y me encerraba entre estas paredes. Debido a su maldita obsesión, mi padre nos abandonó sin ni siquiera haberse planteado llevarme con él, quizá por comodidad o por temor a mi madre. Así crecí, siendo la burla en mi colegio, soportando los abusos de la mujer que me trajo a este mundo y sus continuas locuras por convertirme en lo que no era. Crecí sufriendo con una madre que sólo supo dañar mi vida y con ello mi mente. No soy malo pero por culpa de mi madre hago cosas malas. La veo a ella en todas las mujeres, por ello soy incapaz de amar a ninguna y eso me frustra demasiado. Ella me trastornó. Ella me convirtió en el monstruo que ves.
Sara quiso interrumpir la historia que Dan contaba pero este no la dejó.
-¿Quieres saber qué pasó con ella?, pues que fue la primera mujer a la que le quité la vida. Tan sólo tenía dieciséis años cuando lo hice. Me había convertido en un hombre alto, fuerte, que llevaba el pelo largo y ropa femenina. El espejo me decía que me veía ridículo y cuando le recriminé a mi madre todo lo que me estaba haciendo sufrir, me gritó y me quiso encerrar de nuevo en mi habitación, pero no se lo permití.
Nos enfrentamos de una forma muy violenta y sin querer acabar con ella, lo hice. La empujé para que me dejara en paz y al caer, se golpeó la cabeza con el borde de la mesa del salón. De su cabeza comenzó a brotar sangre hasta hacer un charco debajo de ella. Me acerqué para ver si respiraba, pero no lo hacía, estaba muerta. Lo primero que hice fue coger las tijeras de la cocina, ir al baño y cortarme el cabello, después me acerqué al baúl y tomé de él la ropa en mejor estado de mi padre y no dudé en ponérmela.
Era otra persona, por primera vez me sentí hombre. Después de eso llamé a emergencias y comenté lo sucedido. Se llevaron el cuerpo de mi madre, me interrogaron y consideraron que había sido un accidente. Intentaron en comisaría localizar a mi padre, y cuando lo hicieron, él dijo que no se haría cargo de mí. Me llevaron a un centro de acogida donde me rodearon de niños que trataban a los nuevos de la peor manera.
No soporté el primer abuso de ese grupo y me deshice de uno de ellos. Me consideraron un peligro y me mandaron a un correccional. Allí estuve hasta que cumplí los dieciocho. Por buen comportamiento y buenas notas en los estudios que me asignaron, me dejaron libre. Busqué trabajo en varias empresas pero de todas me echaban. Decían que generaba muchos problemas, por ello, decidí vender algunas propiedades y para así mantenerme. Usé parte del dinero para invertir en bolsa y no me va mal, la verdad que es que puedo considerarme un buen inversionista. Debido a mi tiempo libre y mi comodidad económica, decidí inventar este juego. Ninguna chica acertó el primer enigma excepto tú y eso te hace ser muy especial. Sabía que lo eras desde la primera vez que te vi pero debía confirmarlo.
-Muy triste tu historia, pero la única culpable fue tu madre. Las demás chicas no tenían que pagar por su error, ni siquiera yo. No te odio por ello, créeme que no lo hago pero sí tengo miedo, mucho miedo de no recuperar mi libertad.
-¿Te refieres a tu solitaria y vacía libertad en la que sueles entrar en pánico de forma habitual?¿esa libertad que te obliga a tomar pastillas para dormir porque te sientes insegura la mayor parte de tu tiempo?
Se hizo el silencio en la habitación.
-Tienes razón, estoy muy sola y vivo llena de miedos. Mi infancia tampoco ha sido fácil. Mi madre tampoco ha sido una buena madre. Siempre olvidándose de mí, dejándome en último lugar y tratándome como si fuera un estorbo en su vida. Jamás me protegió. Quizá nunca me pegó ni me encerró en una habitación pero tampoco me defendió cuando en algunos momentos de mi vida le confesé llorando algunos abusos que había recibido por parte de otras personas. Tampoco tuve a mi padre, él falleció cuando tan solo era una bebé y no por ello voy odiando a la humanidad. Nuestras madres no fueron buenas pero las hay que sí lo son, sólo que tú y yo nacimos del vientre equivocado. Quiero que sepas que con mis palabras no quiero convencerte de nada, de hecho creo que a pesar de temer por mi vida, es la primera vez que siento que le importo a alguien.
Dan la escuchaba, sin pestañear, sin dejar de observar los movimientos de sus labios y de cada gesto que hacía con el resto de su cuerpo. Su deseo de seguir jugando estaba desapareciendo. Veía en ella su propio reflejo y decidió darle la libertad. Ella desconfió, ni siquiera había resuelto el acertijo. Pensó que quizá eso era parte de su juego. Hacer que se adentrase en el bosque en plena noche para cazarla, pero igualmente huyó. Corrió temblorosa escaleras abajo y cuando salió de la casa, miró hacia la ventana por la que un rato antes se asomó. Allí estaba él, mirándola, con los brazos relajados y sin hacer ningún intento por perseguirla. Ella dio media vuelta y comenzó a correr hacia el bosque sin parar.
Se adentró en él y al cabo de un rato percibió una luz a su espalda. Se giró. La casa estaba en llamas. Se quedó unos segundos observando el fuego y siguió huyendo. Estaba sola, a oscuras y sin su teléfono. Sabía que no podía dejar de correr y lo hizo hasta llegar a una carretera que en ese momento se mostraba solitaria. Caminó por el arcén hasta que un coche en el que iba una pareja decidió parar y recogerla. Le preguntaron el nombre, y al decirlo, la reconocieron.
-Eres Sara, la chica desaparecida- dijo emocionada la copiloto-. Estás en todos lo noticieros. Se han organizado batidas de búsqueda. Voy a llamar a emergencias y voy a dar la noticia de que estás bien.
Ella no volvió a hablar, no quería. Realmente ignoraba todo lo que oía, como si no fuese con ella, y aunque se había dado cuenta de la emoción que le había generado a la pareja haber aparecido en medio de la nada, su mente aún no estaba en el coche y ni siquiera había asimilado aún su libertad, se sentía en shock.
Mientras la llevaban no podía dejar de mirar por la ventana, en silencio, mientras recordaba la casa en llamas y se imaginaba el cuerpo de Dan y sus desdichados recuerdos convertidos en cenizas. FIN.

Isabel Aponte @EntreLetrasYAlgoMas