Los campamentos parroquiales de verano

Leyendo el artículo escrito por Isabel María González Muñoz sobre Manoli Real Contreras, publicado en la revista “Lepe Actual” del pasado mes de Enero, y gracias a un comentario de la autora, se me encendió una luz en el pensamiento, que me llevó en volandas cincuenta años atrás recién llegado yo del servicio militar.

En el año 1.973 llegaba a Lepe como Cura Coadjutor de don José Lora Fernández, un sacerdote nacido en el pueblo sevillano de Pilas llamado Francisco Pérez Paz, que venía procedente de misiones religiosas en la Diócesis de Cochabamba, allá en el lejano Valle de Araní en Asunción (Bolivia).


Era un curilla joven y alocado, que enganchó conmigo perfectamente, y que se saltaba a la torera, las ya por entonces obsoletas reglas de la Iglesia Católica, y que además tuvo el valor, de llevar en el año de 1.974, por primera vez de Romería a la imagen titular de la Virgen de la Bella.


Aquí en Lepe, fomentó entre los adultos los Cursillos de Cristiandad, actividad a la que nos apuntamos muchos jóvenes del pueblo.


Recién llegados de los cursillos, fundamos el Movimiento Infantil de Lepe (M.I.L), que a los pocos meses cambió de nombre y pasó a llamarse grupo A.R.C. (Aspirantes Rurales Católicos).


Un grupo en el que estábamos, Manoli Real, Pepi Bueno, Chari, Mari Pepa del Valle, Juani y Belli Tomé, Bella, Paqui y Pepi González, Loli Camacho, María Rosario, Trini Fernández, Encarni Camacho, María Luisa Moreno, Juani y María Bella Madrigal, Amparo Reyes, Paqui Oria, Benita, Cati Martín, Magdalena Cerro, Manolo Jiménez, Pepe Vargas, Manuel Eugenio, Pepe “Elena”, Manuel Serrano, José Santana “Catamola”, Luciano, Manolo Llurí, Dieguito Fernández “el Chico”, Manolo Testa, Pepe Orta, José Oria, Diego Camacho, Manolo Fernández, Diego Revuelta, Manolo Castillo, y algunos que seguro se me olvidaran.


Comenzamos a trabajar en grupos con los niños y niñas, llegando a controlar a más de cuatrocientos, en las distintas sedes que teníamos repartidas por Lepe.

En el verano de 1.974 se nos ocurrió hacer un Campamento de Verano, algo inusual en aquellos años, sobre todo para los padres a los que tuvimos que pedir autorización, y tras muchas reuniones, pensamos que el sitio más idóneo era la playa de Nueva Umbría, un paraje por aquellos tiempos propiedad de la empresa Riotinto Patiño SA.


Nos dieron la autorización, pero teníamos el problema que carecíamos de toda clase de infraestructuras, no teníamos tiendas de campaña, ni utensilios de cocina, ni otro tipo de servicios, por no tener no había ni agua, ni luz eléctrica. Pero hacíamos gala de lo más importante, que era el aval de nuestra juventud, y una fe inquebrantable.


Llevamos el agua en una cuba que nos prestaron, y la luz con un generador que también nos cedieron. Las tiendas de campaña, la cocina y los demás servicios, los hicimos con retazos de cuero, que por mediación del Cura Paco, nos dio una fábrica de tresillos que había en Pilas. Recuerdo que el wáter era una caja de un frigorífico, sobrepuesta sobre un agujero en la arena de la playa.


En principio hicimos dos turnos, uno de niños y otro de niñas, porque en aquel tiempo no podían estar juntos ambos sexos, la sociedad tenía mucho miedo a juntarlos, no fueran a procrear. Fue una gran experiencia, pero nos costó muchos sufrimientos terminar los turnos de acampadas.


Sobre todo algunos de cierta gravedad, como un día, en que al padre de José Oria lo atropelló un coche cuando se desplazaba con el carro a Isla Cristina, así que José tuvo que dejar el campamento. Unos días más tarde, Manolo Llurí tuvo un accidente con la furgoneta de Roltos, y estuvo un tiempo ingresado de gravedad en el hospital.


Incluso una noche, llegó la Guardia Civil con el Teniente al frente, y nos dijo que teníamos que levantar el campamento y marcharnos de allí, porque al parecer había contrabando de tabaco en la costa y estaba prohibido acampar.


Yo me negué a marcharnos, y le dije al Teniente que no me llevaba a ningún niño de allí, que si quería que se los llevara él mismo. No me llevaron a la cárcel de milagro, en aquellos tiempos por hablarle así a un oficial de la benemérita, te podían dar una trilla de palos muy respetable, pero solo me dijo que nos daba seis horas para levantar el campamento y para que nos presentáramos en el Cuartel de la Antilla.


Llamé al Cura, y nos fuimos los dos a Huelva a ver a la señora del Gobernador Civil, de la que él era confesor. Inmediatamente llamó el Gobernador al Teniente de la Guardia Civil, y cuando nos presentamos en el cuartel a la hora citada, el teniente nos dijo, que siguiéramos acampados ya que teníamos una recomendación muy poderosa.


Varios meses más tarde, ya cerca de la Semana Santa, realizamos un encuentro en unas instalaciones que había en la playa de la Redondela, y que eran propiedad de la Parroquia de Badajoz.


Estuvimos allí una semana, y una noche se nos ocurrió hacer un viacrucis por las arenas de la playa, pero no teníamos un Cristo, así que el Cura y yo vinimos a Lepe, y nos llevamos un crucificado que estaba abandonado en el templo de Santo Domingo de Guzmán, y con él se hizo el viacrucis.


Más tarde, este Cristo en la cruz, que era una escultura de Antonio León Ortega, se le llevó al propio escultor para que lo restaurara, y al año siguiente, ya con la talla instalada en la Capilla del barrio de Don Ramiro, se comenzó a hacer el viacrucis que cada Martes Santo sale por las calles del pueblo, en una comitiva que al principio era solo para hombres.


En este año 1.975, se fue de Lepe don Francisco Pérez Paz, y llegó don Teodoro Bernal, que fue nuestro asesor espiritual en el campamento de ese verano.


Este lo hicimos en el recinto romero del Terrón, y allí lógicamente teníamos más comodidades. La cocina y la logística la montamos en dos casetas que nos prestaron, mientras que para dormir, por mediación del Cura Paco que ya estaba en Sevilla como Capellán de la Policía Nacional, en el Regimiento de Artillería nos prestaron tres grandes tiendas de campaña, donde dormíamos por grupos tanto niños como mayores.


Antes de finalizar el último turno, me llegó una noche el Cura, y me dijo que él tenía que dejar el campamento, porque le habían prohibido estar allí. Fue de órdago la discusión que esa noche tuve con don Teodoro, pero el resultado fue que nos dejó solos y se marchó. Al final se terminó el campamento, pero a don Teodoro Bernal también lo largaron del pueblo.

Una vez terminado este campamento, José Oria, Manolo Jiménez y Yo, solicitamos una reunión con el Obispo de Huelva, Monseñor González Moralejo, y en ella, le pedimos que nos mandaran a Lepe a un Cura joven, pero que por favor lo hiciera como Párroco de la Piedad, en las capillas de Don Ramiro y la Pendola, que estaba a medio construir.


El Obispo accedió a nuestra petición, y nos envió a don Feliciano Fernández Sousa, que en principio estaba destinado a Nerva, y lo mandó a Lepe como párroco de medio pueblo.

El siguiente verano de 1.976, ya con Feliciano de párroco, y con la ayuda de las monjas Sor Trini y Sor Carmen, el campamento lo trasladamos a las Cumbres, en unos terrenos cedidos por, Juan Asencio Méndez el promotor pionero de la playa de la Antilla.


Ya en el Grupo ARC, teníamos todos los preparativos para hacer el campamento con comodidad, pues teníamos agua y luz que nos engancharon en el depósito de agua de la Antilla, ya habíamos confeccionado nuestras propias tiendas de campaña, y habíamos comprado todos los utensilios de cocina, incluso nos hicimos de una multicopista Rex Rotary. Tanto la cocina como un pequeño almacén, lo hicimos con palos y ramas de pinos.

Independientemente de los campamentos, el grupo seguía funcionado durante todo el año, pues organizábamos muchas actividades. Además de las catequesis y las acampadas semanales, hacíamos encuentros con grupos de otros pueblos, donde algunos de nosotros dábamos charlas. Confeccionábamos carrozas por la romería de la Bella. Con la multicopista editábamos una especie de periódico mensual, con la información de las actividades que hacíamos. Algunas de las que poníamos en marcha eran para recaudar fondos, y son dignas de destacar, como:

-Una obra de teatro que presentamos en escena en el cine España y que nos llevó cuatro meses de ensayo. Era una obra en tres actos de Pedro Muñoz Seca llamada “los Chatos”, en la que Manolo Jiménez y Yo, hacíamos las bases de directores y apuntadores.

Como actores participaron más de veinte jóvenes de nuestros propios grupos, recuerdo entre otros a Juan Manuel González Camacho, Juani Real García, Maria Bella Martín Romero, Emilio Moreno, José Manuel Contreras, Antonio Martincano Santana, Isabel Villegas, Luciano Franco Vera, Juani Antonete, José Manuel Carrasco, Isidro Santana, Manuel Jiménez, Juan Carlos Ávila de la Vega y Manuel Pérez Ortiz.

-También hicimos varios pases de modelos en el Club Raúl, cedido gentilmente por su propietario Raúl García Raya, con la ropa también cedida por tejidos Trastallino, y haciendo de modelos nuestros chicos y chicas.

-Organizamos una Olimpiada Infantil en el Campo Municipal de Deportes, en la que participaron más de cuatrocientos niños y niñas, en las especialidades de Atletismo, Baloncesto, Voleibol y Balonmano. Como en Lepe todavía no se practicaban estos deporte, tuvimos que hacer todos los aparatos y porterías nosotros mismos, con la ayuda de mucha gente del pueblo.

-Participamos con dos equipos, en un campeonato infantil de fútbol que se hizo en Lepe, uno era el Juventud Raúl que entrenaba Manolo Llurí, y otro el ARC que lo entrenaba yo mismo, y que fue el campeón del Torneo ganando todos los partidos.

El campamento del verano de 1.977, volvimos a hacerlo en los terrenos de las Cumbres, y también tuvimos un episodio bastante desagradable. Resulta que entre turno y turno quedó un fin de semana por medio, y el Cura de la Antilla don Juan Vázquez, nos pidió que prestáramos las instalaciones a un grupo de chavales de Extremadura.


Se las cedimos durante ese fin de semana, pero cuando al lunes siguiente fuimos a preparar el próximo turno, nos habían apuñalado las lonas de las tiendas de campaña, así que tuvimos que demorar unos días el turno siguiente, hasta arreglar las citadas tiendas.

El del verano de 1.978, fue el último campamento que hicimos, y también tuvo lugar en las Cumbres, y aquí prácticamente nació el acampado más joven de la historia, era Raúl, hijo de los responsables Manolo Castillo y Trini Fernández. Resulta que esa noche estuvimos cenando en el propio campamento, ya con Trini que era una de las cocineras con varios días del embarazo cumplidos, y nos acostamos todos casi de madrugada. Dormíamos los hombres en una tienda y las mujeres en otra.


Al poco tiempo de acostarnos llegó Loli la mujer de Llurí a nuestra tienda, a decir que Trini tenía un cólico, yo me levanté inmediatamente, la subí en el coche, y salimos de estampida hacia el Hospital Manuel Lois de Huelva. A la media hora de llegar, nació mi hijo Raúl. A las cuatro horas los acampados se levantaban con la noticia de que teníamos un niño nuevo en el mundo.


La primera visita que hicieron la mamá y el niño recién salidos del hospital, fue al campamento ante la algarabía de los acampados. Allí mismo lo bautizaba unos días más tarde don Feliciano Fernández Sousa, en una pila bautismal hecha con ramas de pino y una fuente de duralex. Luego lo celebramos cantando entre los pinos, y degustando unas grandes tartas, que el padrino Manolo Llurí trajo de San Bartolomé de la Torre.

Una vez finalizado este campamento, se disolvió el grupo ARC, y cedimos todas las tiendas y utensilios, al grupo “Scout Rodhes” que estaba recién fundado, y que al año siguiente, tomaron el relevo en cuanto a los campamentos de verano se refiere.

Fueron cinco campamentos con experiencias extraordinarias en todos los sentidos, pero sobre todo por la convivencia tan profunda que se tenía, tanto en el grupo de responsables como con los propios niños, hasta el punto de que hoy, después de transcurridos más de cincuenta años, cada vez que nos vemos recordamos los momentos vividos allí.


A todos se nos quedaron grabadas muchas imágenes, de las múltiples actividades que hacíamos, los inolvidables fuegos de campamentos, las fiestas de final de curso, las marchas nocturnas, o los bailes de disfraces que hacíamos.


Hoy, ya con casi 75 años, no tengo más remedio que acordarme, de todos aquellos que ya se han marchado a las marismas eternas, y que estarán dando sus catequesis a las chicas y chicos que merodeen por allí, en una labor impagable de servicio a los demás, al igual que lo hicieron aquí en la tierra.

Personalmente, yo considero aquellos años como de los más importantes de mi vida, y me enorgullece enormemente, ver hoy a aquellos críos, ya convertidos en hombres y mujeres rondando la edad de jubilación, que me recuerdan con mucho cariño, aquellos felices momentos que pasaron junto a nosotros.

Manolo Castillo

En esta sociedad del siglo XXI, quizás porque nos han acostumbrado a ello, cuando entramos a formar parte de cualquier actividad social, somos muy dados a querer demostrar que somos los dueños de las mismas y por ello podemos hacer lo que nos
apetece, sin pensar que todas las entidades del pueblo tienen un pasado y una historia detrás de ellas, que fueron forjadas por unas personas que años atrás, se dejaron parte de sus vidas siempre desinteresadamente, desarrollando un trabajo que casi nunca valoramos y que hoy apenas nos acordamos de ellas.
Por ello, creyendo que es de bien nacidos ser agradecidos, y solo pensando en recordarlos como iniciadores de todas las instituciones del pueblo, es por lo que vamos a dedicar cada mes unas páginas en Lepe Actual, donde insertaremos documentación que acredite que ellos fueron los auténticos PIONEROS.

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