IN MEMORIAN MANUEL GONZALEZ

Manuel González Gómez nació en Lepe en el mes de septiembre de 1935, en el seno de una familia agricultora.
Manuel González, a lo largo de su vida, dejó huella no sólo entre los agricultores, a quienes respetaba, defendía y justificaba hasta extremos que traspasaba lo racional, sino en todo el pueblo.
Era un hombre de principios muy definidos, entendiendo que el trabajo y el esfuerzo era primordial para conseguir las cosas, y la honradez y la honestidad imperaba en todos los aspectos de su vida.
La familia es lo que le daba sentido a su día a día. Le encantaba buscar la oportunidad para poder reunir a sus cinco hijos, a sus diez nietos y a sus cuatro biznietos y, pocas veces lo podíamos ver sin estar acompañado de su esposa, de su compañera de vida, de Carmen Rivera.
Hombre profundamente espiritual, solidario y religioso. Cristiano convencido y practicante y, cuando se dice practicante se dice en el amplio sentido de la palabra. Por supuesto todos los domingos y festivos lo podíamos ver en misa; pero sobre todo por su solidaridad, más aún con los más desfavorecidos, con los que menos tenían, a cuántas viudas, en tiempos pasados, les regalaba el pan para poder mantener a sus hijos, a cuántos niños del Tercer Mundo tenía apadrinados, a cuántos inmigrantes se llevaba a La Cerca, a su campo, y les daba de comer….. Y también, como buen lepero, y en el ámbito religioso, fue un fervoroso devoto de nuestra Patrona, la Virgen de la Bella.
Como él decía: lepero hasta los huesos. Se sentía muy orgulloso de su pueblo y de su gente. Siempre a disposición de la sociedad lepera. Eso le llevó a ser concejal del excmo ayuntamiento de Lepe en dos ocasiones, la primera, durante la última etapa de Don César Barrios, en representación del tercio familiar y, en la segunda ocasión, durante la primera legislatura de la democracia, siendo alcalde su amigo Manolo Martínez.
Además, en unos momentos muy complicados para la Semana Santa lepera, fue Hermano Mayor durante cerca de treinta años de la Hdad.
Sacramental y Santo Entierro de Cristo.
Perteneció a los Equipos de Nuestra Señora, porque como decía, su vida no tenía sentido sin su familia y sin su matrimonio.
Los jueves se dedicaba, junto con su esposa a visitar y dar aliento a los enfermos, como miembro de la Pastoral de la Salud.
Pero, además de su familia, su otra gran pasión era la agricultura y los agricultores. Aunque su modo de vida y el de su familia fue a través de la panadería que heredó de sus suegros, siempre se sintió agricultor, o campero, como a él le gustaba decir.
Parte de los avances de la agricultura lepera durante la segunda mitad del siglo XX se debe, en gran medida, a Manuel González Gómez, a Manolo la Pala, como se sentía orgulloso que lo llamaran. Siendo siempre un convencido de que la unión era la verdadera fuerza para que los productos tuvieran algo de
valor, durante la segunda mitad de la década de los sesenta, junto a un grupo de agricultores de nuestro pueblo y, liderado por el querido sacerdote Don Manuel Gómez Orta, tuvo a bien agrupar un número considerable de hombres del campo para constituir la Cooperativa Agrícola Nuestra Sra. De la Bella, un símbolo del progreso de nuestro pueblo y una seña de identidad de la agricultura de nuestra provincia. Fue presidente de este organismo en dos ocasiones: en la primera etapa, siendo presidente fundador y, después, en el último periodo del siglo XX; llevándose, pues, cerca de dos décadas entre las dos etapas, como Presidente de la misma, aunque durante toda su vida estuvo estrechamente vinculado a ella.
Además, y siempre por su afán de defender los intereses de los agricultores y buscar alternativas y más réditos para el campo, fue vicepresidente de la patronal fresera en la provincia de Huelva, Freshuelva; y también presidente fundador de la empresa HUDISA.
Y como escribía Paco Ramírez en el libro “Historia de una ilusión”, en el que Manuel González relata los orígenes de nuestra cooperativa: “Manolo la Pala lleva la tierra en sus pies, en sus manos, en sus palabras, en su sombra, en una vida con raíces y largos años para regar despacio la memoria. Él, como tantos hombres de este pueblo, sabe cuál es el aroma -maduro o recio- de los tomates en sus matas; él conoce la fragancia de los melones de verano, el sabor balsámico de las buenas sandías; él siente como huelen las naranjas de aquí, las fresas de aquí y el trigo de aquí…. Porque él es trigo limpio y nadie como él sabe lo que es eso, lo que es la harina blanca y el olor recién hecho del pan nuevo de cada día”.

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