Hace un par de semanas volví a retomar uno de mis hábitos favoritos, lo tenía olvidado, los últimos acontecimientos de mi vida, el trajín del verano y el volumen de trabajo me habían hecho relegarlo a un segundo plano.
Estoy segura que comparto el gusto por leer antes de dormir con muchos de nuestros lectores, lo que me lleva a reflexionar sobre el “daño” que ha hecho la llegada de las plataformas de streaming a nuestras vidas. Según la ciencia, leer antes de ir a dormir es mejor que ver Netflix, pues afecta a nuestro descanso y repercute en el rendimiento al día siguiente. Asimismo, el uso de pantallas minutos antes de dormir perjudica la capacidad para conciliar el sueño.
Sin embargo, este citado buen hábito se ha visto truncado por la posibilidad de tener a un click del control remoto la serie favorita de moda, completa y con sus 10 o más capítulos. Esto lleva años alterando el correcto descanso de millones de personas en todo el mundo.
Por lo que me parece necesario recordar la importancia que pueden tener los pequeños hábitos del día a día en nuestra salud. Y aunque leer sea una de las actividades más placenteras que hay, debemos reconocer que el ritmo de vida actual y la gran cantidad de estímulos de los que disponemos hace que no siempre leamos tanto como deberíamos o desearíamos. Los expertos aseguran que seis minutos de lectura es suficiente para reducir los niveles de estrés en un 60%, a la vez que fomenta la imaginación, haciendo que nos adentremos en el libro y dejemos de pensar en nuestros problemas.
Si eres de los que se duerme con el móvil o la tablet en la mano, toma nota: los seres vivos estamos controlados por un reloj biológico, que se ve desordenado por la denominada luz azul, el tono con el que percibimos la longitud de onda de la iluminación de los dispositivos electrónicos y las pantallas LED. Esta provoca que se altere la producción natural de melatonina, una hormona que aumenta los niveles por la noche para ayudarnos a dormir.