En nuestra ciudad —como en tantas otras de España— vivimos con la certeza de estar “alejados” del estruendo de las bombas y del horror de las calles en llamas. Sin embargo, esa distancia geográfica no puede convertirse en silencio cómplice. Hoy, ante el asalto de Israel sobre Palestina, alzamos la voz con convicción: defender los derechos humanos es un imperativo ético que no entiende de fronteras.
En Lepe, igual que en Madrid o en Barcelona, hay vecinos y vecinas que conocen el coste humano del sufrimiento ajeno. Cuando una familia palestina pierde su hogar, nuestra responsabilidad local no es menor: debemos apoyar colectas, manifestaciones pacíficas o campañas de información. La injusticia que no detenemos a tiempo acaba reclamando también nuestra propia paz.
Hay quienes piensan que nuestra voz apenas alcanza a influir en un conflicto tan lejano. Craso error: nuestros gestos, cada firma en un manifiesto, cada voz, cada palabra, son ecos que atraviesan muros y portan esperanza. Máxima de Martín Luther King que hoy resuena más vigente que nunca: “La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes”. En definitiva, no podemos mirar para otro lado.
Desde las asociaciones locales de derechos humanos hasta cada ciudadano que compra el pan por la mañana, todos tenemos un papel. Participar en foros de debate, donar a organizaciones de ayuda humanitaria, colocar velas en ventanas… gestos sencillos, pero con un gran poder simbólico. La lucha por la paz comienza en nuestra calle, en nuestras palabras y en nuestro compromiso.
Hoy, alzamos nuestra pluma contra el horror y rubricamos un pacto inquebrantable: defenderemos los derechos humanos con todas nuestras fuerzas, aquí y allá, sin excusas ni titubeos. Porque la barbarie no merece ni un segundo de nuestro silencio.
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