Historias para no dormir: inocencia

Si aún no has leido la primera parte puedes hacerlo pinchando aquí.

Segunda parte

Sentía que toda su vida se había desmoronado. Todo se le había tornado una pesadilla de la que no podía escapar y ella tenía la mayor parte de culpa.

Esa misma noche, en el silencio de un hospital dormido, Susana planeó mil formas de venganza. Pensó en todos y cada uno de los que recordaba haber visto esa maldita noche. Intentó recordar todo y a todos cuanto vio en la fiesta. Necesitaba saber quiénes eran los culpables. Necesitaba destruir sus vidas como lo habían hecho con la suya.

Miró al techo, miró las paredes de su habitación y miró a su madre.

No se perdonaba el haberla traicionado y sentía que no merecía su perdón pero tampoco merecía lo que le habían hecho. Tan sólo quería salir de la burbuja en la que su madre y su hermano la habían hermetizado. Quería conocer gente, mundo, aunque la experiencia que vivió para nada se asemejaba a la que tantas veces había imaginado.

Sabía que en el mundo había personas con alma pecadora y destructora pero jamás pensó que se cruzarían en su camino. Para ella esa era una realidad que vivían otras persona y que tan sólo salían por la televisión. Ahora ella era la víctima. Su historia sería una noticia con la que otros padres podrían infundir el miedo en sus hijos e hijas.

No quería pensar en eso. No quería sentirse una víctima a la que todos compadecerían aunque sí quería que tomaran su caso como un ejemplo para que otras chicas no sufriera lo que ella había sufrido. Intentó evadir su mente mirando por la ventana.

El sol parecía haber terminado de asomarse por el horizonte, iluminando con sus largos rayos cuanto pudiese alcanzar, poniendo fin al placentero silencio que disfrutó hasta ese momento.

Miró a su madre y con caricias en su rostro la fue despertando suavemente. Se dio cuenta cuando alzó la vista que no estaba dormida como la había hecho creer. Sus rostro rojo y empapado se lo confirmaban.

-Mamá, son las 8:00 y necesitas comer algo y también descansar. Yo estoy bien. ¿Por qué no vas a casa?

-Hija, iré a casa cuando te den el alta.

-Gracias, mamá- dijo Susana apenada- pero puedes pedirle a mi hermano que te sustituya.

Su madre le dio un beso en la frente y salió al pasillo a esperar el desayuno para su hija. Cuando entró con la bandeja, Susana le dijo que no tenía hambre y le pidió a su madre que se lo tomara.

-Mamá, te lo digo en serio. Deberías llamar a mi hermano y en cuanto venga, marcharte. Lo necesitas.

-¿Que lo necesito?- gritó-. ¿Acaso crees que es fácil para una madre sentir el fracaso? Te podía haber perdido. Eres mi hija y junto a tu hermano sois lo más importante de mi vida. Sólo quería protegerte de lo que te ha pasado y no lo he conseguido- respondió dolida-. Hace muchos años sufrí lo mismo que tú.

Fruto de esa violación múltiple de la que fui plenamente consciente nació tu hermano. También engañé a mis padres para ir a una fiesta con compañías poco adecuadas a casa de un chico mayor que no conocí hasta esa misma noche. En la fiesta bebí y participé en un juego de preguntas donde todos debíamos vendarnos los ojos. Al principio era divertido. Reíamos y hablamos. Me sentí integrada y feliz. De repente, el silencio inundó el salón donde se estaba llevando a cabo el juego y después de llamar varias veces al resto sin obtener respuesta, me quité la venda. Estaba sola y en completa oscuridad. Comencé a entrar en pánico. Quise salir de la casa pero me habían encerrado. Estaba sola y muerta de miedo, deambulando por cualquier parte de la casa sin saber a dónde ir hasta que vi a cuatro personas con el rostro cubierto y de aspecto masculino entrar por la puerta principal. Me paralicé. Recé todo lo que sabía pero de nada sirvió. Esos cobardes se adueñaron de mi cuerpo y mataron mi inocencia. Cuando terminaron de abusar de mí, se marcharon por dónde habían venido y dejaron la puerta abierta para que yo también pudiera hacerlo. No denuncié. Me avergonzaba de mí misma y de lo que le había hecho a mis padres. Entré en mi casa esa misma noche y nadie supo jamás lo que pasó. Al poco tiempo supe que estaba embarazada y se lo conté a tu padre que por aquel entonces era mi mejor amigo. Estaba enamorado de mí y me pidió ser el padre de mi bebé. Acepté. Para todos, tu hermano era hijo biológico de él. Nos casamos y al tiempo naciste tú. Tu padre, antes de morir me hizo prometer que te cuidaría y jamás permitiría que la historia se repitiese, por eso no sólo te fallé a ti sino a él.

Susana no podía evitar sentir el dolor de su madre mientras oía su triste y conmovedora historia.

Entre lágrimas le prometió que esta vez los culpables si pagarían por lo que hicieron, aunque les fuese la vida en ello.

Agarró las manos de su madre y le volvió a pedir perdón.

Susana sonrió y le dijo a su madre que le habían traído demasiada comida y que debían tomarla pronto si no querían que se les enfriase.

Ella asintió y desayunó junto a su hija en silencio, mostrándose ambas pensativas y más unidas que nunca.

Tras un par de horas donde la complicidad y el amor de ambas había sido notoria, la puerta de la habitación se abrió. Era Saúl. Estaba furioso. Miró a su hermana y a su madre y vio en ellas el dolor .

-He ido a casa de Aitor, he estado también hablando con las personas que fueron a la fiesta como las que decías que eran tus amigas entre otras personas y todos negaban haber visto algo raro esa noche. Sé que mienten y no se me ocurre alguna forma poco violenta para hacer que confiesen- miró a su hermana y se acercó a ella. La tomó de la mano y penetró su mirada en sus ojos-. Esto no va a quedar así, te lo prometo.

Las dos temían que Saúl cometiera una locura que perjudicara aún más a la familia.

-Entiendo tu rabia e impotencia- dijo Susana- pero esto debo solucionarlo yo. Han matado mi inocencia y mi miedo y te juro que vengaré lo que nos han hecho- miró a la madre-. Esto también va por ti, mamá.
En ese momento, la reunión fue interrumpida por el equipo médico que entró a examinar a la paciente. Saúl y su madre salieron fuera y cerraron la puerta.

-Susana, veo que tu recuperación es muy favorable.

-¿Me darás el alta hoy, doctora?

-Por tu favorable avance físico, puedes terminar de recuperarte en tu casa, es lo mejor. Hoy tendrás tu alta. Te recetaré unas pastillas que deberás tomar cada doce horas durante una semana y también deberás acudir al psicólogo del hospital cada semana. Con el alta te entregaré la receta y las citas.
La enfermera le quitó las vías y la doctora le dijo que podía recoger sus cosas.

En cuanto la habitación se quedó vacía del personal sanitario, su madre y su hermano volvieron a entrar. Susana se vistió, recogieron sus pertenencias, firmaron el alta y se marcharon a casa.

Susana subió a su habitación y lo primero que hizo fue poner su teléfono a cargar. Después se dio una ducha, se puso cómoda y se acostó sobre su cama para fijar su mirada al techo.

De lejos oía las voces de su hermano y su madre y la preocupante conversación que mantenían. Todo giraba en torno a ella pero no quería pensar en ello. Su venganza era más importante que el dolor que había entrado en su casa.

Miró el reloj que había en la pared. Había pasado una hora. Se levantó y encendió el teléfono. Parecía que iba a explotar por tantos mensajes.

“¿Dónde te has metido?” “¿Dónde estás?” “Tía, ¿te ha tragado la Tierra o qué? Coge mis llamadas”.
Su móvil estaba lleno de mensajes de ese estilo de gente que tenía en la agenda y de números que no sabía de quiénes eran. También tenía un gran número de llamadas de números que no conocía. Volvió a tumbarse en la cama y tiró el teléfono a su lado. Se sentía mentalmente colapsada. Estaba convencida de que Sonia y Silvia eran culpables de lo que le había pasado, pero si eran culpables, ¿por qué tanta preocupación en los mensajes?, ¿por qué tantas llamadas por parte de ellas? No entendía nada. No sabía qué creer. Cogió los cascos y se los puso. Necesitaba desconectar su mente. Buscó en su móvil cualquier emisora de radio que estuviese emitiendo música y se relajó.

No había pasado mucho tiempo cuando su teléfono vibró. Era un mensaje de Whatsapp de un número que no sabía de quién era.

“LO SIENTO. NO ENTRABA EN EL PLAN LO QUE TE HICIERON”

Susana desconectó los cascos para leer y releer el mensaje. Se preguntaba quién era. No tenía foto de perfil y tampoco se había identificado. Le mandó un mensaje preguntando por su nombre pero había sido bloqueada. Llamó a su madre y a su hermano y se lo enseñó. Su hermano llamó a ese número reiteradas veces pero estaba apagado. La ira iba en aumento en cada llamada fallida.

-Se acabó, nos vamos a la policía- dijo Saúl.

Una vez en comisaría, formalizaron la denuncia y los agentes aseguraron que averiguar quién estaba detrás de ese número telefónico era un proceso lento. Susana miró a los agentes y les dijo que eso era lo de menos y se marchó seguida de su familia.

-Llévame a casa de Aitor. Allí comenzó todo, allí encontraré la respuesta que buscamos.

Descubre otros artículos culturales aquí.

Isabel Aponte @EntreLetrasYAlgoMas

Un comentario sobre “Historias para no dormir: inocencia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *