Persecución

En estos tiempos que corren, en los que si no acontece un milagro muchas empresas y ciudadanos tendremos que salir corriendo de España, el varón tiene que cuidarse mucho de decir galanterías a una mujer en la calle, o de cederle el asiento en un autobús, aunque esté embarazada.

Por ser educado, lo pueden perseguir casi con el mismo ahínco que por delitos de sangre, cosa de la que no hay que extrañarse puesto que ya vive acosado por el simple hecho de haber nacido hombre.

Las personas responsables de esta situación están instaladas en la ordinariez, en el odio a todo lo que huela a testosterona, en adoctrinar a los niños con sus sucias ideas, y además pretenden colarse en nuestros dormitorios para asesorarnos sobre la postura a adoptar para procrear.

Parece que estamos gobernados por gente pervertida y semianalfabeta sin   unos conocimientos básicos de cultura. Para más inri, aquí también te juzgan y te condenan medios afines a esos movimientos como periódicos, televisiones, o ciudadanos de a pie que se dejan llevar por los mismos.

Ellos señalan, y buena parte de esta manipulada colectividad sale disparada a las calles o a las redes para linchar al acusado como en el salvaje Oeste. El que suscribe, conoció una treintena de años de franquismo, y esto se está pareciendo bastante a aquella autarquía.

La diferencia, por poner un solo ejemplo y exceptuando los largos y crueles años de la posguerra, es que por entonces se echaban a patadas a los que ocupaban una casa ajena, y ahora los puntapiés se los lleva el legítimo propietario si osa acercarse a su propiedad.

Resulta paradójico que a esto lo llamen “progresismo”, cuando estamos viviendo situaciones anómalas y represivas que ni se daban en los últimos años de la dictadura. 

Aquí, en la actualidad, además de acorralar al hombre por el delito de serlo, se oculta, se censura, y se persigue a la razón y a la sinceridad solapadamente, al tiempo que se maquilla a la mentira llamando a las falsas promesas incumplidas “cambios de opinión”.

Toda esta sinrazón, la bendice un considerable número de españoles que llegaron a este mundo con paz, progreso, y todo hecho, y les importa un bledo deshacerlo porque no aprecian el sudor y la sangre que costaron levantar este país, ni el valor de la concordia y la verdad.

Prueba fehaciente de ello, es que han encumbrado a unos mentirosos compulsivos sin escrúpulos para regir nuestras más altas instituciones.

                                                                                      José Dacosta Ramírez

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