Es lunes dos de diciembre y me levanto a las siete de la mañana por aquello de despertar a mis retoños, prepararles desayuno y bocadillos, y llevar, al IES El Sur, al mayor, y al colegio Rio Piedras, al pequeño.
Mientras trajino en esta rutina matinal de los días laborables o lectivos en este caso, pienso a ver qué se me ocurre para dar la bienvenida a este 2.025 desde esta columna que di en llamar “Andamio de papel” aludiendo al artilugio que fue, durante mi oficio, el umbral inseguro de mi pan incierto.
Dejo “a cada mochuelo en su olivo”, (refrán este que repetía a diario aquel entrañable maestro que fue don Julián Contreras, que gloria haya, para que se instalara cada alumno en su pupitre), y pongo rumbo a casa.
Está amaneciendo y la penumbra nocturna tiende a desaparecer, deduzco que esta pasada noche apenas si ha habido relente por las escasas perlas que resbalan por las lunas delanteras de los coches estacionados.
Al llegar a la barriada de Don Ramiro me dan una noticia que me entristece: se nos fue Juan Manuel Martín Lluri, uno de mis compañeros, allá por los años cincuenta, de aquella escuela con entrada por calles Oria Castañeda y Manuel Vela, y de aquellos recreos con trompos, bolindros, e intercambio de tebeos… Desde aquí, mi más sentido pésame a su familia.
A media mañana salgo a dar una vuelta y enfilo la calle Balmes hacia arriba por la acera de la derecha, de la que me apeo a los pocos minutos porque me corta el paso un corrillo de señoras hablando, por lo que pude deducir, de perros o de niños: -pues el mío hace… -Pues los míos…
Doy una vuelta por el centro y veo a operarios instalando el alumbrado que iluminará la ilusión de los chiquillos por Navidad, mientras que a otros niños los alumbrará el resplandor asesino de las malditas bombas.
Espero que en este nuevo año que completará el primer cuarto de siglo del XXI no aparezca ningún otro Hitler, porque ya vamos más que sobrados con el eslavo y el hebreo.
Por aquí hace mucho que hicimos borrón y cuenta nueva y habíamos superado y olvidado el más tenebroso capítulo de nuestra historia reciente, pero ciertos individuos movidos por oscuros intereses están resucitando la guerra y la dictadura. Remueven el estiércol del pasado para disimular el mal olor de su basura en el presente.
No hagamos caso y tengamos concordia; en este nuevo año vamos a tratar de ser felices, si nos dejan, que lo dudo, como dicen los boleros. Tengo dudas porque estrenamos almanaques con un mundo hambriento de paz, sediento de valores, y escaso de regidores pacíficos y decentes.

José Dacosta