Sobre los sufridos agricultores siempre pende la espada de Damocles de la climatología. Ahora les ha tocado pasar sed al tiempo que sueñan acabar con la plaga de la injusticia fumigándola con protestas. Me brotaron molares y caninos pisando rastrojos, y recuerdo aquella época en la que se sembraba la semilla junto a un puñado de estiércol, se utilizaba como único fitosanitario el azufre, y se surcaba la tierra con el arado romano tirado por caballerías entre las que predominaban los asnos.
Luego llegaron los tractores con sus sofisticados aperos, nos olvidamos para siempre de aquellas cuñas que regulaban la inclinación de la reja para surcar a más o menos profundidad, y con la estridencia de los motores dejamos de oír rebuznos relinchos y trinos.
Una frutilla exótica a la que bautizaron como “Oro Rojo” acabó con las tradicionales higueras que sudaban miel, los amargos olivos, las viñas que lloraban racimos, los almendrales nevados, y los pacíficos trigales apuñalados por amapolas.
Los cuchillos que hieren hoy el campo son manejados por burócratas que no han dado golpe ni pisado tierra arada en su vida, y mucho menos pasado noches en vela oyendo atemorizados la furia de los temporales que pueden acabar con la ansiada cosecha y no recuperar ni siquiera lo invertido.
Desde los escaños del Parlamento Europeo y cobrando sueldos de escándalo, no les importa menospreciar esa despensa del mundo que es el sector primario poniendo trabas sañudamente a la agricultura, la pesca, y la ganadería.
Mucho ha tardado el campo en alzar la voz para que esos vampiros y los de aquí dejen de chupar la savia de sus venas, y tratar de quitarse de encima tanta burocracia invadiendo con tractores carreteras y autovías. No merecen ni por asomo tanto hostigamiento los que por amor a su
oficio abren cada día un surco nuevo a la semilla de la esperanza.
Los que sí deben ser condenados a cavar en llano y de sol a sol, son esos que con la excusa del “cambio climático” optan por el sinsentido de querer salvar el planeta con todos sus bichos, a costa de hundir en la miseria o matar de hambre a más seres humanos de los que ya mueren.
