Historias para no dormir: SARA (segunda parte)

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La madrugada se le volvió solitaria e inquietante. Sara no entendía el acertijo que Dan le había formulado. Las palabras con la voz de su captor retumbaban en su cabeza una y otra vez. Sus manos comenzaron a temblar y ella volvió a dejar escapar uno de sus ataques de ansiedad. Tenía miedo, mucho miedo. Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad. “¿Qué voy a hacer?”, se preguntó una y otra vez mientras oía en su cabeza las palabras de aquel maldito acertijo sin entender su significado.


Se levantó de la cama y comenzó a caminar de un lado a otro, encendió la luz y miró la bandeja de comida que se encontraba sobre la mesilla de noche con casi toda la comida que le trajo sobre ella. No tenía hambre, su estómago se había cerrado como tantas otras veces le había pasado cuando sus temores afloraban en ella para hacerle un nudo dentro de su abdomen. Caminó hacia la ventana y volvió a mirar el exterior. Todo seguía igual.


Sus esperanzas por salvar su vida se desvanecían en cada segundo que pasaba. Mientras observaba los árboles en la lejanía, se imaginaba su muerte, una cruel y despiadada si no resolvía el acertijo esa misma noche. Se veía atada, amordazada, torturada y humillada de muchas formas hasta que su captor decidiese terminar con el juego, como si ella fuese un simple juguete de su propiedad. No podía dejar de pensar qué haría con su cuerpo sin vida, si esconderlo en algún rincón de la casa, enterrarlo en el desconocido y solitario bosque o quizá, tal vez dárselo de comer a los animales carnívoros del mismo.


-Céntrate en resolver el acertijo, Sara- se dijo mientras aún miraba por la ventana.
En ese momento en el que su cabeza intentaba descifrar el juego mental que le habían impuesto, resurgían de su mente una variedad de respuestas, aunque dudaba que alguna fuera la buena. Aún así, no se rindió.


-Durante el alba, en medio de la tranquila y placentera naturaleza, el amor se esfumará como lo hace la humedad que empapa los campos durante la noche- repitió esta vez en voz alta.


Por más que quería averiguar el acertijo, tenía dudas. Se repitió la misma frase una y otra vez mientras seguía mirando a través de la ventana. De un momento a otro, vio como el sol estaba alzando su cresta. Sabía que la hora estaba cerca. La tregua para pensar en una respuesta certera para él estaba llegando a su fin.


Tan sólo con pensar que de un momento a otro entraría Dan por la puerta, le recorría un escalofrío por todo su cuerpo. No podía creer que el chico que por un momento le inspiró confianza fuese el mismo que le estaba haciendo esto. Era un monstruo y ella estaba a merced de él y de sus fatídicos juegos mentales. Deseaba con todas sus ganas que la noche se alargase para siempre aunque sabía que eso era imposible, sabía que tan sólo le quedaba rendirse a su destino o enfrentarlo, pero no quería, no se atrevía, ninguna de las dos opciones le parecía buena. Al cabo de unos segundos en el que sus manos temblaron más que nunca, oyó pasos por el pasillo y ella, sin pensarlo, se giró para posicionarse frente a la puerta. Cada vez eran más sonoros y ella cada vez se sentía más nerviosa. En ese momento decidió cerrar los ojos y apretar los párpados con todas sus fuerzas mientras oía la llave entrar en la cerradura, con la nueva esperanza de abrirlos y que todo haya sido fruto de su imaginación.


-Sara- dijo la voz que jamás iba a poder borrar de su cabeza.


Al oír su nombre, tomó aire y tras exhalarlo en forma de un fuerte soplido, cerró los puños y abrió los ojos.


Ante el cruce de miradas, él sonrió y se fue acercando muy lento hacia ella hasta tenerla a tan sólo unos centímetros. Sara permaneció inmóvil, a la espera de recibir alguna orden por parte de su captor. Dan, en cambio, se movía sutil a su alrededor, disfrutando de su miedo y su silencio. Le parecía un momento hermoso y delicioso que no quería dejar de deleitar.


La tensión que irradiaba el cuerpo de Sara se podía palpar en el ambiente y esa era la parte que más le gustaba a él de su particular juego.


Cuando sentía que la había mirado lo suficiente, cerró los ojos, se acercó a su cabello y atrapó su aroma con una inhalación profunda de su olfato. Acto seguido, se acercó a su oído y comenzó a respirar suavemente sobre él, extremando de esa cruel forma el nerviosismo de su víctima.


-¿Y bien?- le susurró.


Sara no sabía qué decir. Su boca estaba seca, su mente en blanco y su miedo cada vez más aflorado.
Dan se retiró y cambió la sutileza que había empleado hasta el momento por gritos y amenazas.


-¡Habla ya o haré que hables!- ante el mutismo de Sara, Dan comenzó a ponerse nervioso-. Ven conmigo- gritó mientras la tomaba del brazo.


-Espera. Hablaré- contestó al fin.


El silencio duró un simple instante cuando Sara decidió arriesgarse, dando una solución al enigma que le habían impuesto resolver.


-Dan, antes que nada quiero pedirte disculpas por haber sido tan despistada. No era mi intención hacer que te sintieras mal- dijo mientras le temblaba la voz-. Y respecto a tu acertijo, pienso que la respuesta es la que te voy a decir- tragó saliva-. El amor que se esfumará en el alba es el que ha nacido de ti hacia mí. Es imposible que yo te ame, no te conozco lo suficiente para hacerlo pero tú a mí sí y por eso decidiste durante tanto tiempo seguir mis pasos, provocar encuentros casuales y albergar el deseo de ser correspondido en algunos de tus múltiples esfuerzos por conocerme. No sé si es la respuesta que esperabas pero es la única que no ha desaparecido de mi cabeza. Supongo que tu amor por mí se acabará cuando mi cuerpo ya no tenga vida, ese amor que se esfumará en el alba junto con mi alma. Supongo que no puedo luchar contra ti ni contra tus impulsivos deseos de terminar lo que ya has empezado, por eso he decidido no hacer nada para impedirlo. Si te digo la verdad, me da igual, mi vida me da igual y también lo que decidas hacer con ella. Es una tortura para mí querer vivir una vida normal donde sólo existe estrés y un excesivo miedo a salir de casa. Si acabas ya con todo esto, quizá hasta me hagas un favor.


Inesperadamente, Sara se mostraba calmada mientras hablaba. Parecía haberse rendido a su destino, sin siquiera hacer un pequeño intento por sobrevivir. Dan la oía, la miraba y la observaba, no dejaba de hacerlo incluso en el silencio.


-No pensé que fueras a resolver el acertijo, enhorabuena.


Dan dio media vuelta, salió de la habitación y la volvió a dejar encerrada. Sara, ante un arranque de valentía, corrió hacia la puerta y mientras la golpeaba con sus puños y rota en llanto, gritaba que la sacara de allí.


Sus súplicas eran ignoradas y sabía que así iba a seguir hasta que su captor decidiese ir en busca de ella. Agotada y decepcionada, caminó hacia la cama y se acostó. Al cabo de unos minutos, las fuerzas y las ganas abandonaron a Sara para entregar su cuerpo al descanso hasta que el sonido de la puerta al cerrarse la despertó. Había anochecido. No lo podía creer: “¿pero cuánto tiempo he dormido?”, se preguntó. Observó la oscura habitación mientras terminaba de asimilar que el sol se había vuelto a esconder, se levantó de la cama, encendió la luz y al dar media vuelta vio sobre la mesilla de noche la bandeja con platos humeantes sobre ella. Un cuenco de sopa, un par de huevos cocidos, un vaso con agua y un trozo de pan era lo único que comería ese día. Mientras el hambre la incitó a tomar sin pausa todo lo que tenía delante, se fijó en lo que parecía un papel el cual se encontraba pisado por la bandeja y que sobresalía de la mesilla, era un sobre. Lo tomó y lo abrió y cuando sacó y leyó el papel que había dentro, sintió su alma romperse en mil pedazos:


“Los caminos a veces se vuelven difíciles, tanto que el rendirse se vuelve una posibilidad, pero si haces más caso a la posibilidad de seguir, aceptando las barreras y pasándolas sin importar lo que te cueste, el premio por esa lucha puede ser el más dulce de todos”.

Isabel Aponte @EntreLetrasYAlgoMas

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